Perdónate y mírate a ti mismo con amor.
Recuerda siempre que estás unido eternamente a Dios.
Tú eres una creación divina y no has de temer a tu divinidad.
No tienes que actuar como los demás quieren para que te amen; te aman incondicionalmente.
No tienes que estar libre de errores; siempre te aman.
No tienes que ganar, te aman independientemente del resultado o la puntuación.
Todas las razones que puedas haberte dado para odiarte son consecuencia de la rígida creencia de que tu ego es la fuerza dominante de tu vida.
Tu ego cree que eres lo que haces, lo que tienes, lo que los demás creen de ti.
Tu ego cree que estás separado de todo lo demás y separado de Dios.
Así, ese ego siempre está juzgando, evaluando y comparándote con otros.
Cuando no das la talla, te desprecias.
Entonces repasas cuántas veces has fallado y conviertes esos fallos en odio hacia ti mismo.
Como ser espiritual, no tienes que actuar, comparate, ganar ni ninguna otro cosa.
Tu valor es un hecho reconocido.
Eres una parte de Dios.
Siempres estás conectado.
Recuerda esta verdad cada vez que sientas odio hacia ti mismo.
Perdónate y sembrarás una solución espirtual al "problema" del desprecio por ti mismo.